En estas líneas trataré de explicar lo que empezó como una escapada divertida y terminó como uno de los días más duros que hemos pasado sobre la bici.
Todo empezó el martes 14 de agosto. A eso de las 16:00 habíamos quedado tres integrantes de la Agrupa para desplazarnos a Avignon, ciudad donde pernoctaríamos la noche previa a la gran cita, la Cingle du Mont-Ventoux. Como ya se había explicado anteriormente en este blog, se trata de subir en el mismo día y por cada una de sus tres vertientes, al gigante de la Provenza.
Día 1, 14 de agosto de 2012.
Bien felices y contentos nos reunimos para montar las bicis y todos los bártulos en el coche que nos debía llevar a la France. Salimos puntuales y sin dudas nos pusimos en marcha. Poco más de cuatro horas nos separan de lo que será nuestro cuartel general por una noche, un hotel F1 en las afueras de Avignon, en una zona comercial. Sin ningún incidente llegamos a nuestro destino, pero con el tiempo justo para poder cenar algo rápido y meternos en el sobre, la idea era dormir el máximo de horas posibles para estar frescos para la gran cita.
Así que una vez estábamos acomodados en nuestra habitación, nos dirigimos a localizar algún restaurante que nos permitiera degustar la gastronomía típica de la zona y poder debatir y ultimar los detalles de lo que sería el día siguiente. Como no, para tan gran evento, elegimos uno de los mayores estandartes de la tan afamada cocina francesa, un mcdonal's. Me parece recordar que este en concreto sirve de practicas para los nuevos chefs que van saliendo de la Cordon Blue, y claro, no nos lo podíamos perder.
El ambiente seguía siendo distendido, ajenos a lo que el Gigante de la Provenza nos tenía reservado. En este momento todavía no éramos conscientes de lo que nos esperaba.
Con la intención de poder descansar y dormir el máximo de horas posibles, no retrasamos mucho la hora de irnos a la cama. Eso sí, antes de dormirnos no pudimos resistir la tentación de ver por la tele (aunque en diferido) una de las eliminatorias del campeonato francés de petanca, ¡apasionante!
Día 2, 15 de agosto de 2012.
El día ya no empezó como teníamos planeado, y un despiste a la hora de programar el despertador, hizo que nos levantásemos con un pelin de retraso. Enseguida nos pusimos en marcha, y lo preparamos todo para desplazarnos a la localidad vecina de Bédoin, punto desde el que iniciaríamos nuestra aventura. No se si por los nervios o por la falta de un buen café con leche, pero a ninguno nos vino la llamada de la madre naturaleza, y nos marchamos sin poder aligerar lo suficiente.
Al llegar a nuestro punto de partida, vimos que el ambiente ciclista lo invada todo. Muchísimos aficionados como nosotros sacando sus bicis de los coches, otros preparándose, otros ya en marcha. Muchas tiendas con equipación ciclista. Alquiler, venta y reparación de bicis. Recuerdos relacionados con la gran montaña. Terrazas de restaurantes con sombrillas con los colores de los maillots del tour… esto te pone las pilas y te levanta el ánimo.
Sellamos nuestra cartilla y empezamos la ruta. Según habíamos visto en los diferentes perfiles que se encuentran por la red, esta primera sería la más dura de las tres. De pendiente muy constante y sin descanso entorno al 9-10%, los 22 kilómetros que nos separaban de la cima prometían ser muy duros. Lo peor de todo es empezar la jornada en subida y sin poder calentar. Así que los primeros kilómetros los hicimos a un ritmo muy sosegado para ir tomando ritmo poco a poco. La intención era llevar un ritmo tranquilo para no lamentarnos de los sobreesfuerzos al final de la jornada, pero esto aquí no es suficiente, por suave que quieras ir la montaña no permite ningún margen de error y el constante desgaste físico es muy importante.
Así poco a poco los kilómetros caían y los metros de altitud se iban acumulando. La carretera esta en muy buen estado y pasa por un bosque que hace que la sombra domine buena parte del camino. Nuestro buen animo nos permitía ir bromeando entre nosotros y con la gente que nos cruzamos "se la vie". Al poco antes de llegar al cruce donde esta el famoso chalet Reynard, Manel se descolgó unos metros, para al los pocos minutos pasarnos con tal velocidad que parecía que iba en moto, esto nos animó a empezar a dar unos apretones y subir un poco el ritmo. Esto no es más que un ejemplo de lo relajados que íbamos en este momento y que todavía nos podíamos permitir jugar un poco.
Al poco de pasar el Chalet, empezamos a ver lo que hace realmente famosa a esta montaña. Tal y como había leído, es como si alguien hubiera decidido marcar una línea, a partir de la cual no crece nada. El paisaje casi lunar, en el que no hay más que piedras blancas, te hace pensar que has hecho algún tipo de viaje espacio/tiempo que te deja un poco descolocado.
Al pasar junto al monumento homenaje a Tom Simpson, hicimos una parada para dejar un recuerdo de la Agrupa y hacernos las fotos de rigor.
Tras el breve descanso continuamos para terminar ese último kilómetro que le separó en su día de la cima. Al llegar arriba, estábamos los tres eufóricos por lo fácil que nos había parecido la primera ascensión. En la cabeza de los tres reinaba la idea de que aquello no seria para tanto, visto que la que creíamos que seria la más dura, había pasado sin ninguna complicación. Sabíamos que era una salida dura, pero viendo que esta ascensión no nos había costado demasiado esfuerzo, nos creímos por un rato que completar la ruta sería mucho más fácil de lo esperado. Nos hicimos la foto de rigor y descendimos por la vertiente de Malaucène.
Al llegar al siguiente punto de control, no encontramos que todo estaba de fiesta. Sellamos nuestra cartilla y nos dimos una involuntaria vuelta por el mercadillo buscando algo de agua para rellenar bidones. Con una parada más larga de lo previsto, iniciamos la que sería la segunda ascensión del día. Sobre el papel era la segunda en orden y en dureza. Según las altimetrías consultadas, de pendientes no mas duras que la anterior, pero con algún descansillo y un poco menos de desnivel acumulado. Así que empezamos con el mismo ánimo la subida y nos empezamos a enfrentar a los 21 kilómetros de ascensión que nos separaban en este caso de la cima.
Nada más salir ya vimos que esto no pintaba bien. El sol ya estaba bien alto, la carretera no tiene la tan agradecida sombra que si que tenia la anterior. La constante pendiente entorno al 9-10% empezaba a pesar demasiado en nuestras piernas. Además, más o menos a mitad de subida nos encontramos con un kilómetro al 12% de media con el que no contábamos. Seguíamos subiendo y sufriendo el fuerte calor. Los bidones de agua amenazaban de no ser suficiente para llegar arriba, y nos tocó administrarlos con cuidado. Estábamos deseando que llegase cualquiera de los descansillos que sabíamos de antemano que había, pero parecía que nunca llegaban, y cuando lo hacían, siempre nos sabían a poco. Por fin llegamos a los últimos 5 km, que precisamente son de lo peor. La dureza de la pendiente sumado a lo ya acumulado empezaba a doler demasiado, pero el deseo de llegar arriba hacia que siguieras dando pedales para poder terminar ese sufrimiento. Lo peor llega cuando sales de una curva y ves que tienes de frente a la grandiosa antena que corona la montaña, pero un cartel te indica que todavía te quedan 3 km para llegar a ella. 3 km de curvas de herradura y de piedra blanca…..
Por fin pudimos respirar y coronar la que fue nuestra segunda cima del día. Ahora las caras ya no estaban tan sonrientes, la euforia había dejado paso a la agonía, y los comentarios ya no eran tan animados. En nuestra cabeza ya empezó a asomar lo que supondría lo que todavía nos quedaba y lo mal que lo íbamos a pasa.
Sin perder tiempo, foto de rigor y para abajo, dirección Sault. Esta bajada ya de por si fue minando nuestra moral. Un asfalto muy gastado y bacheado, con menos pendiente y con viento de cara, hizo que no pudiéramos dejar de pedalear durante los 26 km que tenía. A esto hay que añadirle que ya estaba llegando el mediodía y el sol estaba bien alto, el calor ya empezaba a ser sofocante.
Sault era otro pueblo en fiestas. Es una zona en la que es típico el cultivo de lavanda, la cual se vende a montones en el mercadillo. Antes de llegar al pueblo el olor a lavanda ya impregnaba todo el ambiente, fue la única nota agradable de nuestra breve visita al pueblo. Pusimos nuestro último sello en la cartilla, rellenamos agua, y con todo el Lorenzo dando bien duro, nos dirigimos a subir por última vez el coloso.
Esta vertiente la habíamos dejado para el final, sabiendo que es la más suave, aunque la más larga. Aquí la pendiente media rondaba el 5% y el desnivel total acumulado era el menor de todos. Pero el cansancio acumulado y el sofocante calor, la convirtió en una verdadera tortura. Ahora ya no se veía ningún rastro de sonrisa en nuestras caras. Los comentarios de broma ya no existían, solo resoplidos y maldiciones. La gran cantidad de ciclistas con los que habíamos coincidido en las otras ascensiones, ya no estaban. Solo nosotros tres, nuestras bicis y nuestro sufrimiento.
Ahora los kilómetros ya no pasaban con tanta alegría. El tiempo parecía haberse detenido. Es como si estuviéramos dando pedales en un rodillo. Cabizbajo y mirando fijamente el asfalto, ya el paisaje daba totalmente igual. Solamente teníamos una cosa en la cabeza, el poder completar nuestro reto.
Pasamos nuevamente por el famoso chalet Reynard. A partir de aquí volvíamos a entrar en los últimos 6 km de paisaje lunar. Al pasar por la Fontaine de la Grave, hicimos una breve parada. El calor había hecho que nuestros pies estuvieran totalmente requemados y doloridos. Esta fue la única ascensión que no pudimos hacer sin parar, pero es que era totalmente necesario refrescarse un poco en la fuente, que por cierto no tenia demasiada agua.
Tras la parada, el ánimo se vino un poco arriba y volvió por un rato el pedaleo alegre. El ver la enorme antena, nos motivo de sobremanera para terminar nuestra ruta. Por fin el cartel de último kilómetro, un último kilómetro que ya nadie podrá borrar de nuestra memoria.
Por fin la cima. La alegría nos llenó de nuevo, las sonrisas volvieron a nuestras caras. Una última foto para el recuerdo. Algún turista alucinado al enterarse de lo que acabábamos de hacer.
Sin entretenernos demasiado nos decidimos a bajar por última vez del Mont-Ventoux. El aire a esa hora daba bien fuerte y nos estábamos quedando helados. Bajada rápida y cómoda, para disfrutar y poder empezar a pensar y asimilar lo que hemos hecho. Llegada al coche y ahora si, felicitaciones emoción entre nosotros. ¡Lo habíamos conseguido!
Ahora toca recoger todo y volver para casa. Otras 5 horitas de coche nos separan de nuestro ansiado descanso.
Día 3, 16 de agosto de 2012.
Algún afortunado está todavía de vacaciones, pero otros nos toca madrugar para ir a currar. El Cansancio general hace que no olvides ni por un momento lo que hiciste el día anterior. No es que tengas agujetas, o que te duela algo en concreto, es que tienes un malestar general que te deja fundido.
Después de terminar nuestra gesta, nos quedó bien claro que no hay que menospreciar la montaña. Podemos poner como excusa la falta de preparación provocada por la época estival, o cualquier otra cosa. Pero lo que esta claro, es que le Géant de Provence, es algo a lo que no te puedes enfrentar sin respeto y con prudencia, y mucho más si piensas hacerlo tres veces en un mismo día.
Datos: cerca de 10 horas de pedaleo para completar 136 km 4.443 metros de desnivel positivo.
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